OPINIÓN | Polivalencia... pero de la buena
Desde la llegada de Fernando Soriano a la dirección de fútbol del Deportivo la palabra “polivalencia” es uno de los mantras más repetidos a la hora de construir equipos en A Coruña. Tiene sentido, pues cualquier ‘arquitecto’ querría disponer de una pieza polifuncional. Capaz de dar brillo estético y, a la vez, aportar en el equilibrio.
Sin embargo, la polivalencia es una cualidad peligrosa. Porque, de tan útil que resulta un jugador para cualquier entrenador y su colectivo, puede acabar convirtiéndose en una moneda de doble cara con cruz para el individuo. Se corre el evidente riesgo de acabar siendo el chico para todo que, al final, a la hora de la verdad, no destaca en nada.
De este modo, la polivalencia está muy bien. Pero, a mi modo de ver, debe ser solo un añadido. Un extra. Está muy bien incorporar a un futbolista polivalente. Pero lo que debe ser es, por encima de todo, bueno.
La afirmación puede parecer una perogrullada. Pero párese a analizar conmigo: ¿cuántos jugadores ha visto desfilar en los últimos tiempos y en otros más pretéritos con la vitola de hombre polivalente que, al final, no rendía en ninguna posición? Unos cuantos, ¿verdad?
Estos días ha llegado Stoichkov, que previsiblemente tendrá ya minutos hoy en Leganés. Y una de las primeras cosas que destacó sobre él un Antonio Hidalgo que lo conoce bien es su polivalencia. Una cualidad a la que también ha apelado a la hora de argumentar la confección de su defensa.
Sin embargo, mientras esa zaga me genera preocupación no por su polivalencia sino por su jerarquía —y por lo tanto por su nivel neto—, la incorporación de Stoichkov me tranquiliza. Quiero futbolistas polivalentes. Pero los quiero diferenciales de verdad. De esos que elevan la competencia interna. Porque solo así se mejora el rendimiento y se generan recursos reales para el entrenador. Eso sí es polivalencia.