OPINIÓN | Aquí, sufriendo | Siesta de pijama
Uno de los mayores triunfos colectivos de las sociedades de finales del siglo XX, quién sabe si aún vigente en el XXI, es haber concebido una excusa tan absurda como inapelable: “No, yo ya no bajo, que me he puesto el pijama”. Somos una especie capaz de construir el gran colisionador de hadrones para confirmar la existencia de la partícula de dios, pero no una dispuesta a enfrentarse a una mentira así de barata.
No sé qué poder tendrán los pijamas, esa ropa funcional y privada y que precisamente por eso se permite estampados que nunca luciríamos en público, para que una vez vestida no se pueda desvestir así como así. Bueno, pues el Deportivo salió en Leganés con el pijama puesto, dimitido.
Comparecieron los de Hidalgo, quizás porque el horario del partido anunciaba el pitido final para cerca de la medianoche, con ropa de dormir y orinal, dispuestos al sueño. Y les tocaron el timbre a los 15 segundos. Se desperezaron no sin fastidio hasta que de nuevo les pudo el letargo y Duk, apiadándose de los bostezos en el área, los arropó hasta las orejas. Felices sueños y al descanso.
Al entrenador de Granollers me lo imagino considerando su lugar en el mundo cuando enfilaba el vestuario. No en todos los partidos uno se ve negado de una manera tan profunda por su propio equipo. Del técnico del Deportivo se nos ha contado que sabe exprimir a sus plantillas, que dispone equipos concentrados en competir, que les pide veneno y entrega, que sean vocales, vivos, en fin, despiertos. Aquellos dos goles, encajados como se encajaron, parecían decir que Antonio Hidalgo no era el entrenador del Deportivo. Con razón no se quiso entregar más tarde a disquisiciones sobre asuntos mucho más contingentes como las posiciones de Mella o Yeremay (ambos decisivos), habiendo asuntos bastante más graves que corregir como aquellos dos ronquidos a la vista de todo Butarque.
En el segundo tiempo, lo nunca visto. Los coruñeses dijeron que sí, que vale, que podían participar en lo que fuese que allí tenía que suceder. Se sacaron el pijama convencidos de que no hay excusas que valgan. Como Samuele Mulattieri lleva pocos días con el grupo, no sabía del código de vestimenta y pisó el césped con su frac de pianista clásico, primero con la ligereza de un minueto, allegro ma non troppo, pero luego sí, a troppísimo. Se recuerda aún tantos años después el gol que Sebastián Taborda empujó genitalmente. Se recordará el napiazo debutante del de La Spezia.
Se estaba preparando el nuevo 7 del Dépor para la coda final cuando Marvel, chico maravilla para los intereses deportivistas, le pidió a la fuerza que se acostase de una vez. Para entonces el Dépor ya estaba demasiado espabilado. Marcó Yere el penalti con el escudo del Deportivo aún en la camiseta y no con el del Sporting de Portugal. Sonaron los despertadores en Lisboa.
Puestos a soñar fuera del tiempo reglamentario, el Deportivo puede acurrucarse pensando que, aún medio dormido, imaginó en Leganés cuatro ocasiones claras de gol y anotó dos tantos entre legañas. Da para ilusionarse si un día se le ocurre despertar en Riazor.