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Dépor

'Lume!', cuando todo parecía escrito y nos lo "quitaron de los fuciños"

Si hay una fecha marcada con fuego en el calendario coruñés, esa es la noche de San Juan. La "Noite Meiga", en la que el Atlántico observa cómo las llamas purifican lo malo y dan la bienvenida a un nuevo ciclo. El Dépor, tras su descenso a Segunda División en la temporada 2017-2018, entendió que para reconstruirse necesitaba encender de nuevo esa chispa.

Y lo hizo —literalmente— en San Juan de 2018, presentando sus nuevas equipaciones y el autobús del primer equipo bajo el lema “Meigas Fora!”, con una tercera camiseta roja que homenajeaba esta noche mágica. Era mucho más que marketing: era un intento de reconectar con una afición que, aún dolida, nunca dejó de estar. La llama simbólica estaba encendida. Quedaba lo más difícil.

Un año después, el calendario, caprichoso como el fútbol, quiso que la noche de San Juan de 2019 fuese el último episodio de una historia que parecía tener guion de cine. El Dépor, tras una temporada de altibajos, alcanzaba la final del playoff por el ascenso. El rival, el Mallorca, y el premio que todos deseaban: volver a Primera justo la noche del 23 de junio.

Aquella temporada fue una montaña rusa. En la jornada 39, el Deportivo perdía contra el Lugo y caía de los puestos de playoff a falta de tres fechas, parecía que el fuego se apagaba. Pero un penalti en último minuto transformado por Carlos Fernández ante el propio Mallorca en la jornada 40, y un gol imposible de rebote desde el medio del campo del Extremadura en Cádiz en la jornada 41, metieron al Dépor in extremis como sexto clasificado.

En los playoffs, A Coruña volvió a rugir. Contra el Málaga, Fede Cartabia encendió a Riazor con una actuación estelar en el 4-2 de la ida. Y en la vuelta, Álex Bergantiños marcó desde 40 metros para cerrar el pase a la final. San Juan se acercaba. Riazor ardía.

El partido de ida contra el Mallorca, disputado el 20 de junio, fue una batalla. Literal. Álex Bergantiños terminó en el hospital con el labio reventado por un plantillazo. El Dépor ganó 2-0. La ciudad se preparaba para la 'Noite Meiga'.

Pero en el fútbol, como en la vida, las historias no siempre acaban como uno imagina. La vuelta en Son Moix fue una auténtica pesadilla. Sin Bergantiños, el equipo se descompuso. Vicente Gómez no pudo equilibrar el medio ante el dominio físico de Baba. Budimir abrió el marcador con un golazo. Luego llegó el tanto de Salva Sevilla. Y el mazazo final, el gol de Abdón Prats que provocó el éxtasis local a diez minutos del final.

Aun así, el fútbol quiso regalar un último suspiro a un Deportivo completamente impotente. Minuto 93. Córner para el Dépor. Todos al remate. Balón despejado. Edu Expósito recoge el rechace y la cuelga, con música, teledirigida a la cabeza del mejor rematador del equipo coruñés, Pablo Marí. En ese instante, dos ciudades separadas por más de 1000km se congelaron al mismo tiempo. Y, de repente, silencio sepulcral, en A Coruña, Mallorca estalló tras ver como ese cabezazo, que cuatro meses más tarde Marí metería para dar el pase a la final de la Libertadores a Flamengo, se marchó fuera por escasos 30 centímetros.

A veces el fútbol no es justo. O sí. Quizás no lo sea con el que más lo desea, sino con el que mejor sabe esperar. Lo que queda de aquella eliminatoria ya es el símbolo, el recuerdo. El fuego de una ciudad entregada, y una historia que parecía escrita para un final feliz, pero que terminó siendo una lección que el deportivismo y tenía bien aprendida: "Cuidado con la fiesta, que nos la quitan de los fuciños".