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En el deporte siempre reina la intransigencia. Nunca es demasiado, jamás es suficiente. Ganas un partido y casi al minuto ya estás pensando en el siguiente.

Lo saben los técnicos, que no pueden recrearse demasiado ni en la derrota ni en la victoria. Y los jugadores, que para bien o para mal aprenden a vivir semana a semana.

Cuando se gana se quiere que llegue el siguiente partido para seguir la dinámica. las buenas rachas hacen que los objetivos cambien, las malas también y, en ocasiones, también dan perspectiva sobre las aspiraciones reales que tiene que tener un equipo.

Empezar bien muchas veces provoca que las metas se disparen. para conjuntos modestos puede ser malo porque no siempre los que los rodean son capaces de darse cuenta de que las dinámicas son volubles. El deporte es impredecible, muchas veces los resultados escapan a la lógica y el sentido común.

Cuando se cumple cierta meta mínima comienzan a dibujarse nuevos retos. Nada como cumplir los objetivos para que crezca el hambre y aparecerán nuevos anhelos por alcanzar. algunos impensables al inicio.

U ocurre lo contrario, se empieza con cotas altas y la competición devuelve a los equipos a la realidad.

Sea un camino u otro los equipos, los aficionados, los medios nunca estarán plenamente satisfechos. siempre se puede hacer mejor, siempre se puede dar más.

No es malo buscar crecer, siempre y cuando, como en la vida, no se caiga en una desmesurada búsqueda de una perfección que no existe.

En la intransigencia está el crecimiento de los equipos. el no conformarse es algo inherente al deporte, la autocomplaciencia no genera buenos equipos. Querer hacerlo mejor cada día y superarse de forma bien entendida es el camino. aunque al final haya alguien que se lamente: "parece que nunca llega".