
La expectación (casi) nunca es recomendable. Luego viene el desengaño. En el Tour, como en la vida, no conviene ilusionarse demasiado. La aburrida realidad espera a la vuelta de la esquina. Ni siquiera la carrera más ajustada e incierta de los últimos años cambia el paisaje del ciclismo actual, el de los números y las calculadoras. Tampoco la etapa reina de los Alpes con los míticos Vars, Izoard y Galibier. La gestión de las fuerzas y/o el miedo a perder de los favoritos chafaron un encadenado de leyenda.
“Por la Casse Déserte todos los campeones pasan solos”, proclamó Louison Bobet, triple ganador del Tour y señor del Izoard. Se refería al manto de polvo y rocas que cubre la cima del puerto, donde Coppi y Bartali se pasaron el bidón en una de las fotos más famosas en la historia del deporte. Y donde Andy Schleck escenificó el último gran ataque de un escalador para ganar la carrera. Fue en el 2011, un año antes del comienzo de la era Sky (ahora Ineos).
Ni Landa ni Pinot, los animadores en los Pirineos, ni por supuesto Kruijswijk y Buchmann, que no han atacado en 18 etapas. Tampoco Thomas, el impasible defensor del trono. Ninguno de los aspirantes al podio o al amarillo se sintieron atraídos por la mística del Izoard. Lo coronaron juntos, encabezados por Valverde, el único que se merece el título de campeón. Eso dice su maillot arcoíris.
El anticlímax
Y eso que el Movistar agitó la carrera unos kilómetros antes con el martillo pilón de Soler, como anticipando otro salto de Landa, que él mismo había anunciado y nunca llegó. El anticlímax lo completó el trantrán del Ineos en el interminable y tendido Galibier por la vertiente del Lautaret. Hasta que se atrevió Bernal.
El colombiano, tapado hasta los Alpes, atacó para ganar la carrera, pero sin tanta épica como Schleck. Salió detrás Valverde, que enseguida se dio cuenta de que no iba a ningún lado. Los 39 años del murciano pesan mucho al lado del nuevo talento del ciclismo (22), campeón del futuro y, ¿por qué no?, del presente. Bernal metió un mordisco de medio minuto al resto de los favoritos y ya es segundo a 1:30 de Alaphilippe. El líder resiste, sí, pero sufre. En el Galibier cedió cuando empujó Thomas detrás de su compañero, una jugada imperdonable la del galés, pero se enganchó en el descenso camino de Valloire.
La fiesta colombiana en los Alpes fue total con la victoria de Quintana, el antihéroe del Landismo y una de las grandes decepciones en este Tour. Sin opciones en la general, se metió en la fuga y resolvió con un brutal ataque a 7.5 kilómetros de la última cima, un ataque que recordó a sus mejores momentos, como en la cosecha del 13 y el 14, cuando puso a Froome contra las cuerdas en Le Semnoz o cuando ganó el Giro con un descenso bajo las nieves del Stelvio.
Renacidos
Redivivo Nairo, escaló hasta la séptima posición, por encima de Landa, y a 2:19 del podio. ¿Está en entredicho otra vez la jefatura del Movistar? ¿Será el turno del escalador vasco camino del cielo en el Iseran? Más o menos efectiva, guste o no, la táctica del equipo español está siendo la más vistosa del Tour.
En la escapada se recuperó también Bardet, otro ciclista de esperanzas frustradas en los Pirineos. Al final de la jornada se vistió con el maillot a lunares de la montaña y jura lucharlo hasta el final. No hay premio menor a dos días de París.