No dejes que se gire
"Vamos, vamos, ahora”. Y Álex, “Ale Gomes” para los cromos de fútbol, se atreve y va. Ya le avisó el entrenador: “Sobre todo, no dejes que se gire”. Por eso este es el momento, cuando el tipo aún está de espaldas y entre los dos y la portería de Adrián media un mundo. Le da algo de apuro eso de estar en campo ajeno pero toca ir a por todas. Quedan apenas 20 minutos y aunque esto no es La Romareda, tampoco es que deje de serlo. Los que mascullan su disgusto entre dientes aquí son los mismos que lo hacían allí. A él, a sus 17 años, se lo explican porque no pudo verlo, aún no había nacido.
Le dicen cómo Nayim levantó aquella Recopa con un gol llovido del cielo. Le cuentan cómo la quinta ciudad de España estaba representada por un equipo así de importante. Incluso le hablan de cuando pelearon una Liga hace 25 años, la misma que se acabó llevando el club contra el que le ha tocado debutar en el torneo liguero. “¿Estos que vienen de Primera Federación? ¿En serio?”, comentó incrédulo hasta que Ínsua, su veterano compañero de zaga le mandó callar: “Ya te contaré después del partido”.
Ale, que viene de debutar en la Copa, que ya es internacional sub-18, hace un cálculo mental instantáneo: “No le dejo girarse y, si se gira, por lo menos hay 60 metros hasta la portería y lo atrapo antes, fijísimo”. Es el minuto 73 y pierden 0-1. Seis puntos de 36. Colistas. No tenía por qué haber ocurrido así. Si el portero de ellos no hubiese puesto esa pierna. Si no hubiesen picado en el saque de ese tiro libre al poco de arrancar la segunda parte. Pero ahora es nuestro momento, se dice. Ahora que los tienen en su área y aún queda tiempo. Hay que apretar y seguir. “¡Ahora!”. Y cuando Ale mueve la pierna para interceptar, no hay balón. Tampoco hay fulano contra el que chocar. Una hora más tarde, en el vestuario, verá en el móvil un control orientado de tacón en el instante decisivo de la acción.
Pero ahora mismo no hay tiempo para darle vueltas a nada. El tipo se giró y arrancó como una centella. No le había parecido mucha cosa hasta el momento. Se le intuye la calidad pero quizás no tenga tanta como para que se hable así de él. Le impresionó más la potencia de su primer paso. Ese con el que le ha dejado dos metros, tres metros, cuatro metros atrás. Pero él tiene que conducir una pelota y Ale no. Ale solo tiene que atraparlo antes de que llegue a la portería y, si puede, no hacer penalti.
Así que acelera todo lo que sus piernas le permiten, haciendo caso omiso de los calambres que empieza a notar. Y se convence de que sí, de que lo tiene. Cada diez metros le recorta uno, lo justo para frenarlo a tiempo. Espera. Se le acaba de cruzar en la trayectoria. Mierda. Hay que dar un paso a la izquierda y ponerse en paralelo a él. “Venga, Álex, venga”. Muy bien. Sí, ya está, lo cazaste. Ojo que ya estamos pisando el área. Ciérrale el ángulo, oblígalo a escorarse, el abecé de un defensa, como te enseñaron. Uf. Ya estamos casi en la línea de fondo. No tiene tiro, solo puede salir hacia fuera. Bien, lo lograste. Menos mal. Ya pasó lo peor.
Ale solo recuerda la espalda del chaval, un poco más mayor que él, con el 10 en la espalda. En su cabeza no existía un pase posible en esa jugada"
De repente, Ale escucha un “¡ooooh!” que termina en sonido coral de decepción y unos pocos gritos sueltos de júbilo. A su espalda sale corriendo a celebrar un chaval con el pelo teñido de dos colores. Tarda un segundo en darse cuenta de que ha sido gol del Deportivo. De nuevo se pregunta cómo pudo pasar. Lo entenderá una hora más tarde mirando el móvil, al llegar al final del vídeo viral. Ale solo recuerda la espalda del chaval, un poco más mayor que él, con el 10 en la espalda. En su cabeza no existía un pase posible en aquella jugada. Se queda un buen rato dándole vueltas a lo que pasó e imagina que quizás un día, ojalá cercano para los dos, Yeremay y él se vuelvan a encontrar en la Primera División.
