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El infierno en el 'estadio de la pulmonía' que valió una Copa

Cualquier buen aficionado al fútbol recuerda la gesta del Deportivo en el Santiago Bernabéu aquel 6 de marzo de 2002, con el famoso Centenariazo que dio a la escuadra blanquiazul su segunda Copa del Rey de la historia. Fue una exhibición del equipo de Javier Irureta ante el todopoderoso Real Madrid, con jugadorazos como Roberto Carlos, Figo o Zidane. Sergio González —que posteriormente entrenaría al Valladolid, al que ascendería a Primera División— y Diego Tristán fueron los héroes de una noche mágica que dio la vuelta al mundo. Lo que igual cuesta más recordar es que para que Fran levantara aquel trofeo en plena fiesta del 100 cumpleaños del club blanco, dos meses antes el Deportivo tuvo que sobreponerse a un auténtico infierno en el ‘estadio de la pulmonía’, como es conocido el José Zorrilla por el frío que se sufre en sus gradas en los meses de invierno. Una noche gélida en el césped pucelano, pero convertida en un horno en sus graderíos, con un campo lleno, sin la que no habría existido el Centenariazo. 

Aquel 16 de enero de 2002, pucelanos y coruñeses protagonizaron su tercer duelo en una semana. Siete días antes, ambas escuadras se habían enfrentado en Riazor en la ida de los cuartos de final de la Copa. Eran dos rivales con objetivos y realidades distintas. Los coruñeses, instalados en la mejor era de su historia, tuteaban a los gigantes del fútbol español y europeo, mientras que los castellanos luchaban por mantenerse en Primera.

La escuadra de Irureta venía de haberse ‘fumado’ la ronda anterior de la Copa, ya que el Hospitalet no se presentó a la eliminatoria, que debía haberse disputado en el Miniestadi del Barcelona al no aceptar el Dépor jugar en la hierba artificial de su adversario, que militaba en la Segunda B. El Pucela, por su parte, había tumbado al Badajoz.

La ida entre coruñeses y vallisoletanos fue un paseo blanquiazul (2-0). Joan Capdevila y Roy Makaay firmaron los tantos del triunfo del Dépor, que parecía haber dejado finiquitada la eliminatoria, a falta de jugarse la vuelta una semana después.

En medio de ambos capítulos coperos, la escuadra de Irureta visitó Zorrilla el domingo 13 de enero en la vigésima jornada de Primera. A priori, se esperaba una nueva exhibición herculina, sin embargo, el frío pucelano gripó la máquina deportivista, que se llevó un doloroso 3-0 y metió el miedo en el cuerpo a los coruñeses de cara al duelo de vuelta de la Copa del Rey, que se jugaba tres días después.

Si hacía frío ese domingo, no te digo cómo apretó el miércoles 16. Lo recuerdo porque estaba allí y no llegaba con el abrigo, la bufanda, el gorro y los guantes para dejar de temblar.

Más aún se heló todo cuando arrancó el partido. El Valladolid, entrenado por Pepe Moré, salió a tumba abierta, mientras que el Dépor se vio desconectado desde el pitido inicial. Menos mal que el Pucela desaprovechó las ocasiones que tuvo —muy claras— hasta que Mario, con un tanto en el minuto 35, y Fernando, con el 2-0 en el 55, igualaron la eliminatoria, que tuvo que resolverse en la prórroga.

El público pucelano suele ser tan frío como la propia temperatura de su estadio en invierno. Sin embargo, con el 2-0 se volvió una olla a presión. Zorrilla ardía y el Dépor se veía fuera, hasta que Pandiani encaró a Peña, este le derribó en un penalti protestado por la afición local y Tristán materializó el 2-1 que enmudeció Pucela y metió al cuadro coruñés en semifinales.

Luego, cayó el Figueres y después fue la apoteosis del Bernabéu. Pero esa es otra historia.