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No compro el primario discurso de que los porteros tienen que parar, los defensas tienen que defender y los delanteros tienen que marcar. En un juego tan complejo como el fútbol, simplificar las labores de los jugadores a su vetusto rol es limitante. 

Un lateral con capacidad condicional y habilidad con el balón para superar líneas en conducción. Un central con dotes para encontrar al hombre libre desde su capacidad cognitiva para detectarlo y su condición técnica para conectar con él. Un delantero con la sensibilidad para descender al apoyo y asociarse en espacios reducidos con sus compañeros más cercanos. Son atributos tremendamente válidos en esas posiciones.

Sin embargo, el disponer de estas ‘nuevas’ cualidades no puede servir como excusa para no cumplir con los básicos. Porque sí: aunque el balompié exige ser multidisciplinar, no se debe olvidar el oficio a cambio de ganar novedosas competencias. Lo primero es lo primero.

Algo así debería recordar el Deportivo, que cayó en El Sardinero y confirmó la tendencia negativa que le persigue fuera de casa, donde no gana desde la exhibición de Vitoria ante el Mirandés y ha encajado en todos los partidos. Dos derrotas en las dos últimas salidas provocan que las alarmas se empiecen a encender.

Es lógico. No hay que entrar en combustión, pero sí es más que coherente arquear la ceja y comenzar a preocuparse. Porque cuando un accidente se repite, pierde tal condición casual para convertirse en costumbre.

Intentando analizar desde toda la frialdad que permite el todavía reciente moratón en El Sardinero, si uno lo piensa con calma, verá que es relativamente normal que el Deportivo sufra a domicilio. En un escenario en el que es el rival quien siente el fuego interno en forma de empuje y necesidades, parece imposible no pensar que habrá muchos momentos en los partidos en los que uno, lo quiera o no, se vea obligado a resguardarse cerca de su portería y apretar los dientes. Esto es Segunda e incluso el equipo con menos fortalezas es capaz de encontrar la forma de someter. El problema es saber sufrir.

Es en esos momentos cuando resulta fundamental disponer de jugadores que cumplan con los básicos. Defensas que defiendan, eso que tanto cuesta a algunos jugadores del Dépor cuando se trata de hacerlo en área propia, donde el estrés crece, la concentración debe aumentar y el fallo se penaliza más.

Lo que se podía intuir como un error de cálculo en verano parece que ahora lo evidencia la competición. El Deportivo tiene pocos defensas en cuanto a número y muchos menos defensas que defiendan (bien) en esas circunstancias. El problema está en encontrar el remedio con el tren ya en marcha. Tiene trabajo Hidalgo.