Mi cuenta

Las notificaciones están bloqueadas. ¿Cómo desbloquear?

Mi cuenta

Las notificaciones están bloqueadas. ¿Cómo desbloquear?

El medio y el mensaje

A los que pasamos por las escuelas de periodismo se nos enseñó que “el medio es el mensaje”, ocurrencia que se debe al teórico canadiense Marshall McLuhan. Como sucede con tantas otras aseveraciones que hicieron fortuna (pensemos en el golpe de genio del entrenador serbio Vujadin Boskov, “fútbol es fútbol”), su éxito se debe a una aparente simpleza que permite vestirlas de significado e interpretaciones. En el caso de McLuhan, la idea que lo inmortalizó sostiene que la tecnología y los medios de comunicación, el continente, modulan de manera más determinante la sociedad y nuestra percepción y relación con el mundo que los mensajes que transmiten, el contenido. La imprenta es más trascendente que un best seller, Facebook te ha impactado más que las felicitaciones de cumpleaños en tu muro, eres afortunado por tener un diario deportivo local en tus manos más que por leer esta columna.

Si el medio es el mensaje, las retransmisiones televisivas del fútbol de Segunda División nos dicen que a LaLiga le preocupa poco su competición.

Marró Mulattieri un remate al poco de echar a rodar el balón en Ipurúa que podía haber transformado la tarde en un festival similar al de Riazor ante el Huesca. Como no acertó a golpear la pelota franca que le sirvieron desde la banda, el partido tuvo que ceñirse por necesidad al guion esperado: el mejor equipo local y el mejor equipo visitante entran en un bar y no te creerás lo que pasó a continuación. Spoiler: empate. El caso es que me quedé rumiando qué pudo haber fallado: quizás un exceso de potencia en el servicio, quizás falta de confianza del delantero, puede que un pie colocado demasiado blando para impactar por aquello de que aún casi no había dado tiempo a entrar en calor. Pensé en que la repetición me sacaría de dudas pero la realización no estimó que aquello mereciese un segundo vistazo.

        Las retransmisiones televisivas del fútbol de Segunda nos dicen que a LaLiga le preocupa poco su competición

Pasaron los minutos y Yeremay facilitó un contragolpe al delantero italiano con un toque de una exquisitez que yo solo he visto en las botas de los más distinguidos futbolistas canarios. La regresión valeroniana fue tal que se me encogió un poquito el corazón y nada me importó que la jugada no fuese a ninguna parte. Me incorporé un poco en el sofá, abrí los ojos y me dispuse a esperar la próxima interrupción del juego para extasiarme de nuevo con la acción en plano corto y cámara lenta. Uno desaloja el salón de casa para hacerle hueco a un televisor de más de 60 pulgadas por momentos así. Mis sospechas de que el realizador era eibarrés se acrecentaron con el paso del tiempo y la ausencia de moviola.

Segundo tiempo. Demostrando que lo humano y lo divino pueden coexistir en la misma bota derecha, Yere envió a la red (por fuera, dato fundamental) lo que podía haber sido el gol de la victoria. Pasé demasiados segundos en vilo pensando en que se habían colado unos segundos de Abreu en la retransmisión hasta que, ¡albricias!, esta vez sí, un par de minutos después alguien en una sala de control acertó con el botón “Replay”.

Quien rige la competición y la comercializa nos pide una suscripción mensual para poder ver el fútbol con todo lujo de detalles en nuestra casa. Lo que ofrece a cambio es: narradores encerrados en un cuarto en Barcelona o Madrid porque desplazar profesionales a los estadios ya no se estila en la era del teletrabajo; desinterés manifiesto por el arte de la realización y la narración visual; tiros de cámara menguantes; resúmenes accesibles en redes pasada la medianoche y que parecen editados por una inteligencia artificial. Todo esto adornado con llamamientos frecuentes a denunciar al vecino que no paga por el fútbol televisado, como si uno no hubiese paseado por los Mallos y no supiese de Clemente.

¿Fútbol televisado? El medio está en declive y el mensaje me ha quedado clarísimo.