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Carlos Figueroa, en su visita a A Coruña la temporada pasada
Liceo

Carlos Figueroa: "El único jugador del Liceo que el Barça me dejó fichar fue Carlos López"

El exjugador de Liceo y Dominicos y exentrenador de Igualada y Barça sigue en activo con casi 70 años: "No me gusta el hockey masculino actual, prima la velocidad y menos la táctica"

"Yo soy español", resume entre carcajadas Carlos Figueroa (Sevilla, 1956) cuando se le pregunta de dónde se siente uno que nació en Sevilla, se crió en Madrid y pasó parte de su carrera entre Cataluña y Galicia, donde todavía mantiene una casa en Fisterra a donde se escapa cada vez que su trabajo actual, en el Bembibre de la OK Liga femenina, se lo permite. "Y para más ensalada, mis padres eran valencianos", bromea. 

El que fue jugador y ganó todo con el Liceo de finales de los años 80 (2 Ligas, 2 Copas del Rey, 2 Copas de Europa, 2 Supercopas de Europa y 2 Intercontinentales) y la Copa del Rey con el Dominicos y que después como entrenador marcó una época entre el Igualada de los 90 y el Barça de principios de los años 2000 (curiosamente en el banquillo siempre como rival de los coruñeses) soplará el próximo año las 70 velas todavía en activo al frente de un Bembibre que este fin de semana recibirá al HC Coruña. Es el entrenador más veterano de la competición femenina. De la masculina lo es uno de sus alumnos aventajados, un Juan Copa al que él se refiere como "Copita". "El tiempo pasa...", dice. Pero él no da muestras de cansancio.

José Luis Huelves, Alberto Areces, Daniel Martinazzo, Mario Rubio, Fernando Pujalte, Kiko Alabart, Alejandro Avecilla y Carlos Figueroa. ¿Aquello era un Dream Team?

Todas las temporadas hay tres o cuatro equipos que hacen equipazos. Lo que pasa es que nosotros creo que en aquella época teníamos a un jugador que era diferencial, que era Daniel Martinazzo. Y luego el resto eran jugadores importantes de la selección española, como Alabart, Pujalte y Avecilla. Teníamos jugadores muy buenos. Yo no era tan bueno como ellos, era más de trabajo, de sacrificarse en muchas cosas. Y eso me hizo aguantar ahí cinco temporadas, que no son pocas en un equipo con la exigencia del Liceo, de tener que ganar cada título. Fue mi mejor momento como jugador y me sirvió de catapulta para hacer lo que realmente me gustaba, que era el hockey.

Dice que no tenía la calidad de sus compañeros, pero es que en un equipo tiene que haber de todo, ¿no?

Eso es indudable. No quiero decir que yo no tuviera calidad, pero no me podía comparar con Martinazzo o Avecilla, porque eran jugadores que tenían una técnica envidiable. Pero yo tenía otras habilidades que era posicionarme donde nadie se quería poner, donde había que trabajar más. Estuve desde los 26 hasta los 31, que ya empecé a notar que me faltaba frescura, había gente que empezaba a subir como Toni Rovira... Yo lo entendí perfectamente. Estoy muy orgulloso de mi etapa en el Liceo. Ganamos un montón de títulos y seguramente soy mejor entrenador que fui jugador por ese rol que tuve en aquel equipo, por aprender qué tenía que hacer para jugar al lado de esa gente tan importante.

Figueroa (abajo a la derecha) celebra con el Liceo el título de campeón de Europa en 1987
Figueroa (abajo a la derecha) celebra con el Liceo el título de campeón de Europa en 1987
EC

¿Es lo más difícil de hacer entender a los jugadores, que no todos sirven para lo mismo pero que todos son igual de importantes en la ecuación?

Sí, es una de las lecciones que hay que darles, que todos son importantes, porque muchas veces la gente solo piensa que el importante es el que marca gol y no ve el trabajo del resto. Por eso es tan difícil. A mis jugadoras estoy todos los días explicándoles que este tema es fundamental. Por ejemplo, una jugadora que se para detrás de la portería parece que no está trabajando nada, pero sin embargo es la más importante de la jugada porque está sacando de la ecuación a una rival. Eso se llama jugar sin bola y no es nada fácil. Hay que ver mucho hockey para entenderlo y hay que estar constantemente recordándoselo.

Después del Liceo se marchó al Dominicos y ganó la Copa del Rey. ¿Sabe mejor ganar con un modesto?

Sabe igual. Lo que pasa es que si a una persona que tiene hambre le das de comer, le satisface más que una persona que está acostumbrada a comer. El Liceo era un equipo acostumbrado a ganar y aunque cada título cuesta un riñón, era más habitual. Dominicos nunca había ganado nada y esa Copa del Rey le puso en el mapa. A nivel de jugador mi etapa más importante fue la del Liceo, pero la del Dominicos la disfruté un montón. Un mes antes de que empezara la competición el equipo no estaba ni formado. Yo me iba a ir al Vilafranca, pero tenía una cláusula de que podía cambiar si venían a por mí de Coruña. Y fuimos haciendo grupo. Al principio los únicos que nos íbamos a tomar algo después del entrenamiento éramos Alejandro Avecilla y yo. Y acabamos todos. Éramos un equipo incómodo, con los Avecilla, con Yáñez de portero, con Celso y Benigno y chavales como Copa. Y dirigidos por Carlos Gil, claro. Fuera ganábamos a rivales superiores y en casa lo ganábamos casi todo. Me dio rabia porque en Liga nos quedamos en semifinales. Y fue mi último partido. Me acuerdo de dejar los patines en el medio de la pista y marcharme. Me hubiese gustado que hubiese sido en la final contra el Liceo. Después ya me vino a buscar el Igualada. Yo quería jugar un año más, pero allí no me ofrecían esa posibilidad. Solo entrenar.

El ADN del Liceo y del Dominicos es el de dos clubes que la única manera de adaptarse que tienen es con la lucha 

Se habla mucho del ADN del Liceo, pero el carácter del Dominicos no se queda atrás.

El hecho de tener que ir a Cataluña y tener siempre como rivales a todos los catalanes, sabiendo que la presión ambiental es muy grande... Sabes que la única respuesta que les puedes dar es luchar, y hasta el último momento, porque si dejas de luchar no tienes nada que hacer. Ese ADN y ese carácter es el de dos equipos que tienen que estar constantemente yendo a Barcelona a luchar a todo tipo de pistas en la que todo está en contra suya, tienen que adaptarte y la única manera es luchando. Ese esfuerzo que tienen que hacer siempre, viajando, luchando, jugando contra el árbitro, contra el público y demás, crea un tipo de jugador que es luchador, trabajador, y te sientes orgulloso de ello, claro.

Como entrenador, siempre se encontró al Liceo como rival, sobre todo en sus etapas en el Igualada y en el Barça.

Sí, siempre he tenido que luchar contra el Liceo. Pero eso porque es uno de los rivales más fuertes todos los años. Tanto si juegas con el Barcelona, con el Igualada o con el Reus. Siempre vas a tener al Liceo delante. Es por tradición y por juego uno de los mejores equipos que hay en la Liga. Y eso es una de las grandes habilidades que tiene el Liceo actual, con Copita de entrenador, que le han destrozado al equipo cada año y cada año se han rehecho y están ahí luchando. A veces no con toda la garantía para ir al título, pero siempre luchando. Cuando estuve en el Igualada hubo enfrentamientos muy duros y yo incluso me enfadé una vez con un periodista por poner en mi boca unas palabras en contra de la afición del Liceo, que había tenido un problema con Santi Cardá, y que yo nunca había dicho.

El Dominicos de 1990 con Carlos Figueroa
El Dominicos de 1990 con Carlos Figueroa
EC

¿Se sentía en el medio de la rivalidad?

Yo defendía los intereses del Igualada, que era el que me pagaba. Pero mi corazoncito también estaba con el Liceo. Unos años después, cuando ya estaba en el Barça, jugaban una semifinal el Liceo y el Igualada y un periodista me preguntó quién prefería que ganara y yo dije que el Liceo. Se montó la Tercera Guerra Mundial. Pero era lo que sentía.

¿También le pasó cuando estaba en el Barça y tenía que escuchar las quejas desde el Liceo por el 'robo' de jugadores?

Bueno, es que eso es una realidad. El año pasado aún lo hablé con Lendoiro en Corcubión, que somos vecinos porque yo tengo casa en Fisterra. Jorge Villacorta podría ser todo lo polémico que quisiera, porque era polémico, pero no me dejaba fichar jugadores del Liceo. El único que logré fichar fue Carlitos López. Y tuve que hacer una programación de 3 ó 4 años. Le dije que era el jugador que iba a marcar el hockey, sobre todo en punta. Nosotros teníamos en ese entonces a Gaby Cairo y le dije que cuando se retirara el fichaje lógico era traer a Carlitos. Y se lo argumenté bien, se lo di con tiempo y fue el único que me dejó. Pero es verdad que he visto algunos movimientos de otras temporadas que le han desmontado el equipo al Liceo. Y eso cada dos por tres.

Ahora me gusta más el hockey femenino, creo que hay mucho que aportar y mucho que aprender  

¿Cómo ve el hockey actual?

Si digo la verdad, el hockey de chicos lo veo muy poco. Lo poco que sigo, sigo al Liceo más que a ninguno por afinidad con Copita. Pero el hockey de chicos no me gusta. Es un hockey que ha evolucionado a unas velocidades... Sin táctica o no tanta como antes. Y en cambio me gusta el hockey femenino. Creo que hay mucho que aportar y mucho que aprender.

¿El femenino está mucho más abierto, con presencia en más sitios (Madrid, Galicia, Asturias, León...) que el masculino?

Sí, aunque sigue muy polarizado en cuatro equipos. Lo bueno es que uno de ellos es el Telecable Gijón, que por poner comparaciones es un reducto como el Liceo. Y luego hay una serie de equipos que lo estamos intentando, como nosotras, que queremos hacer un gran club porque tenemos unas instalaciones impresionantes en Bembibre, un pabellón precioso para jugar al hockey. El problema está en que los estamentos gubernamentales se les llena la boca hablando de deporte femenino pero la realidad no es así. La realidad es que nosotros somos un deporte de la máxima categoría en Castilla y León, pero como dicen que no somos representativos, nos dan cero euros de subvención. En cambio vas, por ejemplo, al Fraga, que es uno de los pocos equipos que hay en Aragón, y le dan doscientos y pico mil euros. Contra eso no podemos hacer nada y aún así la gente viene por el prestigio que va cogiendo el Bembibre.

Carlos Figueroa, en su etapa como entrenador del Barça
Carlos Figueroa, en su etapa como entrenador del Barça
 

¿Qué opina de las nuevas normas, no le da la sensación de que se han dado ido dando muchos bandazos a lo largo de los años?

Desde el año pasado se puede jugar con el pie, que es algo que hace 15 años decíamos que era lo mejor que se podía hacer para que los árbitros no tuvieran que estar pendientes de eso. Después de tantos años hemos vuelto a lo mismo. Que realmente a veces piensas que se podía hacer mejor, pero es lo que hay. De alguna manera es una cuestión de adaptarse a lo que te va marcando la Federación. Yo creo que está bien estar constantemente intentando buscar lo que es mejor para el público y lo que es mejor para el juego. El deporte tiene que ser precisamente eso, evolución. Aunque ya dije que no me gusta el hockey actual. Yo creo son ciclos. Ahora prima la velocidad y la técnica. Llegará a un entrenador que sacará 3 o 4 directrices tácticas y lo cambiará todo.

¿Quiénes son esos entrenadores que a lo largo de los años han ido haciendo cambiar al hockey?

Para mi Gianni Massari y Carlos Gil. Fueron los dos entrenadores que me dijeron que había algo más en el juego, que era muy libre y con una táctica colectiva muy escasa. Conseguir que un equipo hiciera movimientos reiterativos y los estuviera buscando constantemente era novedoso en aquella época. Después yo en la mía en el Igualada tuve la suerte de implantar esto en un equipo, una línea de trabajo que todavía hoy se mantiene. También espero que otros entrenadores, como el propio Copa o Cabestany, o otros de una segunda generación o tercera después de la mía, sigan trabajando y buscando soluciones.

"Cuando le di la alternativa a Juan Copa en el Liceo hice yo el primer entrenamiento. Al segundo me cogió y me dijo: 'Si voy a llevar al equipo, tengo que entrenarlo yo'. Toda la razón. Carácter desde el principio. Y hasta hoy" 

¿Qué siente cuando en el banquillo de al lado hay un entrenador de 30 años, casi cuarenta más joven que usted?

No me afecta el tema de la edad. Muchas veces les enseño fotos antiguas a mis jugadoras y me miran como diciendo 'pero tú cuántos años tienes'. Es ley de vida. Yo estoy muy orgulloso de lo que he hecho y no le doy la importancia a decir qué viejo que soy. Cuando juego contra uno joven, pues salvo que me falte el respeto, no me afecta. Además de que por ser joven no tiene por qué hacerlo peor, es más, puede hacerlo muy bien.

En 2006 ya le dio la alternativa en el banquillo del Liceo a un joven Juan Copa (36 años en aquel momento).

Yo era el director deportivo del Liceo y tuvimos un problema con Paco González, que estaba más tiempo en Cataluña que aquí, y pensamos que había que buscar una solución. Eduardo Lamas, que era el presidente, me preguntó si Copa lo podía hacer bien. Le dije que claro, pero me pidió que le ayudara. Así que yo hice el primer entrenamiento. Al segundo Copa me cogió y me dijo que si era él que iba a llevar al equipo, que tenía que entrenarlo él. Una verdad como una casa. Toda la razón del mundo. Demostrando carácter desde el primer día. Lo hizo muy bien... y hasta hoy.