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Dépor

El esprint de Yeremay hacia una sonrisa perenne

"Cuando sonrío y disfruto, voy un paso por delante", apuntó el canario, que reconoció haberlo pasado mal en los últimos meses

Yeremay, celebrando el gol ante el Almería en Riazor
Yeremay, celebrando el gol ante el Almería en Riazor
QUINTANA

Tan genial sobre el verde como transparente ante los micrófonos. Así es Yeremay. Lo que uno ve es lo que hay y hace tiempo que el canario ha asumido que así tiene que ser. Quizá por todo lo que hace con la pelota, a veces pueda caer en el olvido lo más importante: que solo es un chico que todavía no ha cumplido los 23 años y en apenas unos meses ha pasado de ser un joven que quería jugar a la pelota, a convertirse en el ídolo de un club histórico mientras otros tantos gigantes ponen millones encima de la mesa para tratar de disfrutar de lo que hoy disfruta el deportivismo.

En verano me costó un mundo. Cuando la gente habla bien de ti, sales en las portadas...lo estoy trabajando y la gente me está ayudando”. Con esta franqueza para desnudarse tras el partido en el Ibercaja Estadio, ¿quién va a culpar a Yeremay porque en ocasiones, aunque sea de forma involuntaria, se olvide de sonreír? No ha podido hacerlo mucho esta temporada. O al menos no de forma sostenida. Porque el canario no ha dejado de producir en ningún momento durante el inicio de temporada, pero siempre ha sido a chispazos. Apariciones que por supuesto evidencian que la magia sigue latente, como sucedió el domingo o hace unas semanas frente al Almería, pero que también dejan claro que el ‘10’ blanquiazul continúa librando una batalla interna. Esa provocada por la responsabilidad de saberse el líder de un proyecto ambicioso y, al mismo tiempo, el rival a batir por todos cuantos equipos se enfrentan al Dépor.

Cada golpe de genio es munición para decantar la balanza a su favor y el propio Yeremay trata de maximizar el impacto. Lo hizo el día que dejó atrás a Chirino para colar el balón en la escuadra de Riazor que precedió al gesto de ‘yo me quedo aquí’. Lo hizo en Zaragoza verbalizando en zona mixta lo que se había empezado a ver sobre el terreno de juego durante los 90 minutos anteriores. Porque Yere también va de cara cuando sale al césped y hace falta poco tiempo para saber cuándo ha acudido a jugar de verdad. En la primera jugada abrió todo su repertorio para irse de todo cuanto rival le salió al paso hasta que Saúl Ais pitó la primera de las cinco faltas que le habían hecho. Estuvo suelto el canario, volviendo a ser ese jugador que encara y encara sin preocuparse de las consecuencias. “El míster me pidió que disfrutara, que no pasaba nada por perder un balón”. Punto para Hidalgo.

Un crescendo que derivó en la estampida que terminó por dinamitar el encuentro. Una carrera que simboliza el último acelerón que Yeremay necesita para, por fin, liberarse de las cadenas que lo han estado sujetando desde que arrancó la campaña y que le impedían mostrar con continuidad esa sonrisa que siempre caracteriza a los grandes peloteros. “Estoy muy contento. Hoy salí al campo a disfrutar, no he pensado mucho, he sacado una sonrisa y cuando sonrío, cuando disfruto, cuando trabajo y cuando  hago todas esas cosas, voy un paso por delante. Hoy creo que he estado muy bien, no solo con balón, también sin balón”.