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Dépor

LA LUPA | Deportivo 1-1 Valladolid: Sin cabeza, sin corazón, sin juego

El conjunto deportivista, desdibujado, apocado y desquiciado, firmó su peor partido del curso

Mario Soriano conduce el balón ante Juric en el Deportivo-Valladolid
Mario Soriano conduce el balón ante Juric en el Deportivo-Valladolid
Patricia G. Fraga

El lema guía a uno de los mejores deportistas mundiales de la actualidad. “Cabeza, corazón y cojones”. La triple ‘C’ con la que Carlos Alcaraz González ayudó al pequeño ‘Carlitos’ a canalizar su talento hacia el éxito.

El abuelo Alcaraz tenía claro que la destreza de su nieto, el don natural para jugar, no era nada por sí sola. Que había que sumarle gestión mental, compromiso y valor en los momentos complejos. ‘Carlitos’ lo interiorizó y para no olvidarlo nunca, se lo tatuó en la piel como brújula a la que agarrarse en los momentos de más dudas para reencontrar el camino.

No le vendría mal disponer de ese tatuaje vital al Deportivo, que anda precisamente embarrado en esa zozobra. Aquel equipo que exhibía talento gracias a su capacidad para añadirle cabeza, corazón y coraje —no hace falta replicar la 'malsonancia'— es apenas ahora una sombra de lo que fue

Así lo enseñó ante el Valladolid, frente al que agudizó su mal momento, transformando sus luces y sombras durante esta mala racha en una manifiesta oscuridad. Sin cabeza, sin corazón y sin juego. El empate minimizó daños, pero no oculta que no hubo nada a lo que agarrarse en la gestación del peor partido blanquiazul en todo lo que va de curso. 

Desperdiciar al libre

Lucas Noubi, Stoichkov y Mulattieri. Antonio Hidalgo introdujo tres novedades en el once con respecto a la alineación de Santander. Ante un Valladolid extremadamente presionante y muy vertical, el Deportivo tenía claro que debía disponer de jugadores más dotados para hacerse fuerte en balones largos en los dos sentidos. 

Así, la presencia del belga conducía no solo a ganar a un defensor ‘natural’ más, sino que con el ex del Standard de Lieja en el lateral derecho, Mella podía partir desde más arriba para amenazar al espacio sin tener que recorrer tantos metros. Mientras, aunque tampoco es sobresaliente en esta cuestión, con el punta italiano el equipo ganaba una referencia más sólida que Zaka en la fricción

Por último, la entrada de Stoichkov por Luismi quizá buscaba compensar el descenso de alturas en la sala de máquinas de Soriano con un futbolista más dominante en el juego directo y, a la vez, capacidad para recibir entre líneas. Como efecto dominó, además, la entrada del andaluz como segunda punta permitía que Yeremay Hernández volviese a jugar acostado a la izquierda, donde se había sentido ligeramente más cómodo en los últimos partidos. 

Sin embargo, el Dépor no fue capaz de producir ante el Pucela a través de esos envíos más largos. Por ahí se le empezó a caer parte del plan ofensivo, aunque el origen estuvo en la ausencia de paciencia desde abajo. Porque el conjunto de Antonio Hidalgo no logró aprovechar las puertas que la -casi suicida- presión de su rival le abría. Debía tener pausa para encontrar al constante hombre libre que surgía de la tendencia de los de Guillermo Almada por cerrarse sobre el poseedor. Pero le entró el vértigo y perdió la cabeza. 

Deportivo-Valladolid
El Valladolid presiona con sus dos puntas y su extremo derecho a Barcia y Parreño, pero las distancias en su bloque son tan amplias que Soriano puede recibir a espaldas y girar el juego hacia Noubi

Fueron constantes las situaciones en las que el cuadro deportivista podía sortear los acosos del Valladolid de manera controlada. Bien conectando con los laterales directamente, bien a través de Mario Soriano.

Especialmente dañino fue cuando logró hacerlo a través de este último, al que Hidalgo acercó a la base precisamente para que fuese el núcleo sobre el que girar. Así, el Deportivo atraía con Parreño, Loureiro y Barcia a los dos puntas e incluso a los extremos contrarios en función de la ubicación del central o el lateral de zona de balón. Y con los cuatro de arriba sujetando a la defensa rival y Villares fijando también a Juric, era el ‘21’ quien podía recibir a espaldas de la primera línea rival. Si Mario la tenía, la jugada progresaba. 

Deportivo-Valladolid
El Dépor vuelve a estirar al Valladolid y Soriano aparece a espaldas de presión para recibir solo y  ante las distancias del rival. La pide, pero Parreño prefiere jugar largo. Acabará en pérdida

No fue casualidad que Mella generase peligro en un par de balones al espacio con olor a gol con remitente madrileño. Con pausa y atrevimiento, el Dépor tenía la posibilidad de sortear a cuatro o cinco piezas, partir al bloque rival y atacar con espacios. Cuando lo consiguió, faltó ya en campo contrario fluidez

Stoichkov y Mulattieri pudieron recibir varias veces a espaldas de los mediocentros rivales sin acoso por parte de los defensores. Pero no terminaron de activar el peligro de ataque. Fueron las menos veces, sin embargo. Porque al equipo le faltaba casi siempre tanto la paciencia como la osadía citados. 

Como dice Juanma Lillo, lo más arriesgado es no arriesgar. Y a base de quitarse el balón de encima por precipitación, se buscaba un juego directo que no solo le hacía perder opciones ofensivas, sino que provocaba transiciones rivales que debía contener con el bloque muy abierto. Era sufrimiento asegurado. 

Deportivo-Valladolid
La falta de pausa no solo impide atacar, sino que genera pérdidas peligrosas. El Dépor logra abrir de nuevo al Valladolid y Soriano aparece para recibir solo, pero Barcia prefiere no 'arriesgar'
Deportivo-Valladolid
El envío en largo del central, con el Dépor muy abierto, acaba en contragolpe. El cuadro blanquiazul no gana el duelo, el Pucela se hace con la segunda jugada y puede atacar a un Dépor súper expuesto

Un boquete en el costado

Las pérdidas fueron generando desconfianza en el Deportivo. Y la desconfianza, cada vez más pérdidas. Al conjunto deportivista se le iba cada vez más la cabeza, pero no arreglaba el desaguisado con corazón en defensa. Al contrario. 

La falta de “intensidad” a la que Hidalgo apeló como principal argumento para explicar el porqué del mal partido se tradujo en constantes facilidades defensivas por parte del equipo herculino. El técnico, sin balón, planteó una estructura 4-4-2 bastante estrecha en la que los dos puntas se repartían la presión al central poseedor de balón y a Juric, el mediocentro que jugaba más cerca de la base. 

Mientras, Villares se quedaba cerca de Loureiro y Barcia para no separar demasiado las líneas y eran Mella y Yeremay los que, desde su posición de extremos, partían relativamente próximos a Mario Soriano. El rubio se emparejaba con Ponceau, salvo cuando francés se lateralizaba: no había que perder la estructura. Lo de Málaga no se podía volver a repetir.

Pese a su bloque medio-alto, el Dépor no era presionante. Y eso provocaba que el poseedor tuviese tiempo y espacio y acabase encontrando al hombre libre por fuera. Ese era —casi— siempre el lateral Iván Alejo, que recibía constantemente libre al no poder ‘saltar’ sobre él un Quagliata fijado por Peter Federico. 

Deportivo-Valladolid
Peter recibe pegado a la banda y encara a Quagliata, con Alejo desdoblándose por dentro. Yeremay lo persigue, pero al llegar al área frena y le regala la ventaja al lateral, que centra sin oposición

De este modo, era labor de Yeremay bascular para, al menos, dificultar en un dos contra dos la progresión del Pucela por ese carril. Si has de elegir, mejor que el rival avance por ahí. Pero el canario estuvo extremadamente contemplativo. Cada basculación parecía un suplicio para él. Cada persecución, una tortura. Quagliata sufría en desventaja y Soriano debía abarcar demasiados metros para llegar a la cobertura. 

Y así, el Valladolid fue capaz de progresar de manera constante a través de Alejo y terminar obligando a correr hacia atrás a todo el combinado deportivista. 

El boquete en el costado izquierdo blanquiazul fue el más evidente, pero no el único. El Deportivo no presionaba del todo para no desestructurarse y convertirse en un equipo largo. Pero debía ser muy agresivo en los duelos para que el plan tuviese sentido. Y tampoco anduvo sobrado de esta cualidad. El equipo confundió protegerse con ser contemplativo. Estuvo falto de ‘mala uva’, la que le sobró al Valladolid cada vez que se sentía superado y podía interrumpir.

Deportivo-Valladolid
La pasividad en la acción que acaba en penalti. Mella disputa el balón con Biuk pero una vez no roba, le da metros en vez de seguir acosándole. Los tres de última línea miran sin activarse ante André

Precisamente a través de esa complacencia se explicó el penalti que derivó en el 0-1. El Dépor perdió el balón en la frontal y sus amplias distancias de relación le impidieron ejercer una buena presión tras pérdida. Luego, en los duelos nadie decidió hacer falta. Y así, mientras el bloque retrocedía, Biuk dispuso de las comodidas suficientes para colocar un balón a la espalda de Barcia. El central llegó bien perfilado al duelo, pero pecó de ímpetu y no solo no acertó a despejar de cabeza, sino que acabó llevándose por delante a André. Ser agresivo donde y cuando no toca. Terrible.

Demasido previsible

El tanto era fiel reflejo de lo que sucedía. El Deportivo no era capaz de tener el balón por una serie de malas decisiones e imprecisiones cuando la acción progresaba por la izquierda e inconexiones para darle soluciones a Noubi si la jugada iba por la derecha. Y en defensa ni condicionaba al Valladolid ni se lograba defender abajo

Ante esa situación, Hidalgo modificó el guion en el intermedio. No solo con la entrada de Comas por Barcia, sino con la apuesta por una defensa de tres que permitía a Quagliata ir sobre Alejo para tapar la gran vía de agua. A la vez, con balón, esa estructura permitía construir con tres y atraer el press rival sin necesidad de contar con Soriano, al que Hidalgo alejó de la base para ubicarlo en una posición más adelantada en la que pudiese clarificar la espesura en el tercio final. 

La apuesta parecía ir en buena dirección, pero la expulsión de Marcos André dio un giro radical al choque. El Valladolid, con uno menos, dejó de exponerse y se resguardó. Fue lo peor que le pudo pasar al Deportivo, al que la pérdida de espacios a pesar de contar con un futbolista más le oscureció todavía más la mente. 

Deportivo-Valladolid
El Deportivo era tremendamente previsible. Cada balón a la banda era defendido con comodidad por el Pucela. Con uno menos, tres contra dos. El desmarque de Loureiro es inofensivo porque no sorprende

El Deportivo necesitaba fluidez y clarividencia, pero era todo lo contrario. Era poco ágil para circular. Pero cuando se acercaba a las inmediaciones del área, le entraban las prisas. Sin espacios entre líneas por dentro, el equipo debía encontrar la solución fuera. Bien para generar ventajas, bien para mover al rival y encontrarle las fisuras posteriormente en el carril central. 

Eso llevó a Hidalgo a doblar posiciones exteriores, con Mella por detrás de Yeremay y con Loureiro ejerciendo de complemento a Luismi Cruz. Dio igual. 

En el perfil izquierdo, el canario careció de inspiración y el teense de opciones para sorprender. En la derecha, el Dépor buscaba constantemente atacar la profundidad con desmarques en el carril intermedio una vez el balón iba cerca de la cal y ayudado por Villares primero y Herrera después. Pero era demasiado previsible. Anodino. Tanto que el Valladolid en inferioridad era capaz de llegar fuera para defender en superioridad esas situaciones. Unas situaciones que, además, cuando sí evolucionaban, apenas acababan en peligro ante la poca intimidación en el área de Mulattieri y Zaka.

Deportivo-Valladolid
El Deportivo logra triangular con una jugada fuera-dentro-fuera gracias al apoyo de Herrera y a la ruptura por el intermedio de Loureiro. Sin embargo, nadie ataca el centro del lateral.

Así, solo un centro a la desesperada de Loureiro, con poca ventaja, acabó en premio. Fue por la concesión de Tomeo más que por mérito propio alguno. 

Sin atenuantes de errores en área propia ni en la rival para esconderse en ellos y con el agravante de disputar medio partido en superioridad numérica, el Deportivo se quedó sin nada a lo que agarrarse.