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Dépor

El Deportivo se queda en los huesos

El equipo es zarandeado en la primera parte y no exhibe argumentos ofensivos en la segunda con uno más

Miguel Loureiro vs Valladolid
Miguel Loureiro en el encuentro ante el Valladolid
Quintana

Cinco semanas. Hace tan solo cinco semanas que el Deportivo era feliz y exhibía una sonrisa de oreja a oreja, que brillaba con el mismo lustre que su juego. El equipo herculino goleaba al Huesca y enlazaba dos consecutivas. Todo parecía de color de rosa. Pero nada va más rápido que el fútbol. Porque cinco semanas después y tras tres puntos de 15 posibles —y gracias—, ya no queda casi nada de aquel Dépor. Si los cimientos son lo último en caer, a este equipo apenas se le atisban ya. 

Lo confundió todo el conjunto blanquiazul en una primera mitad para olvidar a la que prosiguió un segundo acto pleno de impotencia. Porque enfrente estaba un rival que no pareció necesitar demasiado para ponerse por delante y que ni siquiera tuvo que realizar un excelso ejercicio defensivo con diez para evitar sufrir.

El choque arrancó 0-0, pero semejó comenzar contrarreloj para el Deportivo, al que el correr del cronómetro le ahogaba sin razón alguna aparente. Como si la confianza de la escuadra deportivista estuviese tan cogida con pinzas que cada acción que no salía añadiese un kilo más a una mochila demasiado pesada para ser la undécima jornada.

El Deportivo quiso tener paciencia. Y a buena fe que las pocas veces que logró agarrarse a esa pausa consiguió, al menos, progresar sorteando la elevada presión del Valladolid. Con Mario Soriano a los mandos, el hombre libre aparecía bien individualizado en su persona, bien con la salida exterior. Pero todo era una falacia. Una pose. Porque cuando había paciencia, se convertía en parsimonia una vez el balón cruzaba el ecuador del verde.

Nadie se atrevía y lo demostró desde bien pronto el colectivo local. En la primera acción de ataque, cuando Soriano se fabricó una asistencia de gol en campo propio al detectar el desmarque de Mella en profundidad. El teense, en ventaja, dudó y ni siquiera pudo finalizar con verdadero veneno una situación que apuntaba a mano a mano. Nadie lo sabía todavía, pero ahí se le empezaron a ver las costuras al cuadro deportivista.

Esa jugada y otra calcada, que también acabó en nada, fueron las únicas noticias conocidas del Deportivo en las inmediaciones de Guilherme hasta el intermedio. Al portero portugués solo le faltó tomarse la cena para certificar que su primera mitad era más que plácida.

Mientras el guardameta lisboeta se aburría, el Dépor se empeñaba en enredarse. Cada vez menos valiente. Cada vez más atacado por los nervios. El Dépor dudaba y el Pucela lo detectó. Después de un par de chuts sin demasiado peligro, un balón rifado de Barcia sin ton ni son, con el equipo abierto, acabó con el primer remate venenoso de Marcos André.

Otra vez avasallado

Fue el inicio del caos, con once remates en contra en apenas media hora hasta elevar la cifra a los 14. La proyección era de 28 y lo peor es que únicamente certificaba la dinámica de los últimos encuentros, en los que el Deportivo se había dedicado a sobrevivir a duras penas al bombardeo del Eibar, el Málaga o el Racing.

El número se quedó ‘únicamente’ en 15. Pero a esa circunstancia ayudó la temprana expulsión de André, que condujo al combinado vallisoletano a meterse definitivamente atrás para guardar la renta que había fabricado previamente ante un Deportivo timorato.

Latasa materializó la ventaja después de perdonar previamente a un Deportivo que empezaba a ser un trapo. Otra vez Barcia jugando a la lotería para regalar la pelota y defender sin protección. Primero apareció el pecho de Parreño contra André, antes de que Latasa mandase a las nubes el rechace. Daba igual la circunstancia de juego. Cada salida de balón acababa en pérdida, especialmente en un sector izquierdo con un central lejos de estar ubicado a nivel mental, un Quagliata que era un flan con el balón y un Yeremay absolutamente apocado.

La luz de Soriano no alcanzaba a alumbrar en todos los apagones. Y una pérdida del ‘Joker’ en la frontal del área rival al intentar filtrar un pase acabó en el infantil penalti de Barcia, que llegó precedido de la pasividad del Dépor a la hora de activarse en transición defensiva.

Defendió con la mirada el conjunto coruñés hasta que el central canterano decidió ponerle remedio a la permisividad en una zona prohibida, con un manotazo al cuello del rival cuando ya había superado tras llegar tarde al cruce. Latasa no perdonó y Riazor, ya nervioso, empezó a entrar en cólera.

Me quedo con la sensación de que para jugar hay que poner más intensidad, más actitud, hay que ir con todo. Han sido 45 minutos completamente suyos, nosotros no hemos hecho ninguna situación de gol excepto la de Mella en el primer minuto. Tenemos que mejorar en cuanto a esa intensidad”, lamentó Hidalgo.

El técnico apeló a esa energía como factor clave y especificó cómo esa ausencia de vigor se ilustró en cómo les estaban “empujando con mucha facilidad”.

Por fuera no surgía esa presión necesaria para empujar hacia delante, nos salían muy fácil. El Valladolid va uno contra uno y sobre todo, cuando hay situaciones de pares, hay que quitarse al par de encima. No hemos sido capaces de estar en campo contrario, esa primera parte nos tiene que enseñar muchas cosas si queremos aspirar a más, yo el primero”, recalcó con dureza.

Sin reacción

Hidalgo lo vio muy mal, aunque en el intermedio solo ejecutó el relevo de Arnau Comas por un Barcia que era una potencial arma de destrucción masiva con amenaza de implosión. La tan evidente como inocente segunda amarilla de André cambió el clima en Riazor, que empezó a creer en la remontada y entró en combustión en los siguientes ataques blanquiazules.

Pero la fe sin hechos a los que agarrarse acaba convirtiendo a cualquiera en ateo. Un remate de Quagliata llegando a un centro de Noubi, otro cabezazo alto de Loureiro en un córner y más remates aislados que acababan en la grada de Marathón. El Deportivo era una concatenaba más frustraciones que continuidad en su juego

Ni siquiera con Mella como lateral izquierdo y Cruz abriendo el campo por la derecha, ya con Loureiro en vez de Noubi por detrás. Tampoco cuando el casi olvidado Cristian Herrera entró para intentar ejercer de superhéroe aunque fuese casi como mediocentro, en una acumulación de atacantes que desde luego no ayudó al equipo a ganar fluidez, pero tampoco le dotó de veneno.

No acertó de nuevo Loureiro ni tampoco Noubi en la continuación. Y cuando ya no había nada a lo que agarrarse, Tomeo se empeñó en abrirle un halo de esperanza al Deportivo con una acción de lucha libre sobre Zaka. Yeremay no se dejó llevar por los nervios y empató.

Pero ni siquiera el subidón de verse de nuevo en igualdad sirvió como argumento para un arreón final. Diez remates totales. Un paupérrimo bagaje para un equipo que ni sabe ya cómo defenderse, ni sabe ya cómo amenazar. El Dépor se ha quedado en los huesos.