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Dépor

Un Dépor sin alas: perder a los laterales es perderlo todo

Las ausencias de Ximo y Quagliata generaron una descompensación colectiva que el rival transformó en vías de agua

Arnau Comas, tratando de controlar el balón
Arnau Comas, tratando de controlar el balón
Fernando Fernández

A veces, dos no son dos, sino que dos pueden valer por cuatro. El fútbol no sigue una lógica matemática y el Deportivo lo demostró en La Rosaleda. Porque el par de ausencias en la línea defensiva que el equipo herculino acumulaba en la Costa del Sol fueron mucho más que un par. El Deportivo perdió a Ximo Navarro y a Giacomo Quagliata en Málaga. Y sin saber todavía cómo, lo perdió todo.

Antonio Hidalgo construyó una defensa con Arnau Comas y Sergio Escudero como relevos, pero en la que en realidad tan solo Dani Barcia se mantenía en el rol habitual. El muro que el Dépor había construido en las ocho jornadas previas, se agrietó en La Rosaleda. Como también lo hizo en la primera mitad de Butarque, donde la misma retaguardia concedió idéntica ventaja al rival en la primera mitad. Imposible golpear al rival por muchas cosas que hagas bien cuando el contrario te manda a la lona sin estrujarse mucho los sesos.

No necesitó demasiado el Málaga, como tampoco necesitó demasiado el Leganés, para percutir. No fue solo mérito del rival encontrando la efectividad, pues cuando la oposición brilla por su ausencia es más fácil ser certero.

La baja de Ximo Navarro obligó al -hasta ahora- mejor central del equipo a abandonar su puesto de capitán general y regresar a la banda. Era el lugar natural de Miguel Loureiro, pero la posición pareció nueva para el cercedense. Asentadísimo como jefe de la retaguardia, pareció resultarle extraño tener que viajar tanto fuera sin balón y obligarse a coger semejante altura con pelota para amenazar.

Por ese costado llegó el 1-0, en una acción en la que el ex del Huesca pagó el excesivo respeto ante su antiguo compañero Joaquín Muñoz. Regresaba el extremo a la dinámica del equipo malacitano y su vuelta ejerció de revitalizante de un equipo que no había perdido el ímpetu en ninguna de las cuatro derrotas previas. Tampoco contra el Dépor, al que logró dañarle en uno de sus primeros ataques.

Así, antes de que se alcanzase el minuto 10, el andaluz recibió y encaró a un Loureiro sin ayudas pero que reculó demasiado. Cuando quiso frenar su retroceso ya era tarde. Muñoz le enseñó la pelota para quebrarle y ganarse el espacio suficiente para sacar un centro atrás. 

Ahí apareció Chupete para sacar petróleo de la tardía basculación de Escudero. A pesar de reaccionar tarde, el vallisoletano hubiese apagado el fuego de haber acertado a conectar con su pie zurdo el balón. Pero no lo hizo y el punta del Málaga volvió a vacunar, como el pasado curso, al conjunto deportivista. No sería la última vez.

Revolución

El Deportivo sufría sin balón, pero también con él. Con Yeremay de nuevo demasiado adherido a Zakaria, el conjunto deportivista carecía de capacidad para progresar por el perfil zurdo. No es ese tipo de futbolista ya Escudero, al que además le sobrepasaban cada vez que tenía que defender más metros de los recomendados. Sin forma de profundizar y con dudas cada vez que el Málaga percutía por aquel costado, Hidalgo dio un giro radical a su once.

No lo hizo reclutando a nadie del banco de manera temprana, pero sí dando un golpe al tablero. Para empezar, llevó a Luismi Cruz a la izquierda para que en vez de ser carrilero por derecha le echase a pie natural una mano a 'Escu', que pasó a ejercer prácticamente como central zurdo en línea de tres. Mientras, por la derecha, ya sin Luismi por delante, Loureiro era el encargado de amenazar a lo largo de todo el pasillo exterior. Mientras, sin balón, Soriano pasaba a proteger por delante del de Cerceda. Demasiadas vueltas.

Hidalgo llevó a Luismi Cruz a la izquierda y Escu pasó a ejercer prácticamente como central zurdo en línea de tres

Pese a ello, quizá la revolución le hubiese salido bien al técnico catalán. Apenas se pudo comprobar, pues en torno a la media hora, el Dépor se pegó un nuevo tiro en el pie. Este, grave de verdad. En un balón al limbo del Málaga, Barcia apuró su exceso de confianza hasta el límite. Su control sin oposición acabó convirtiéndose en un duelo con Rafa Rodríguez para que la pelota le cayese a Gragera, incapaz de quedársela y también de conectar un pase limpio con Arnau Comas, que ejercía de último hombre.

El esférico quedó demasiado dividido, aunque con ventaja para el central catalán, que pecó de falta de contundencia y estampó su forzado despeje contra Chupe. Un nuevo rebote a favor del Málaga que Rodríguez convirtió en asistencia al verdugo deportivista. 2-0.

No fue el último drama visitante. Justo tras el descanso, una nueva descoordinación tras una pérdida en salida de balón acabó con el Dépor en la lona. Sin forma de remontarlo. 

Barcia, que había metido en un brete a Yeremay, llegó tarde a acosar a Chupe. El canterano del Málaga fabricó un taconazo que hizo invisible al de Cambre generándole un túnel entre sus piernas. Tampoco protegió la espalda Gragera, ausente en la cobertura e incapaz de incomodar al veloz Rafa Rodríguez, al que tampoco pudo frenar un Comas demasiado abierto por el reinicio de juego previo.

Prácticamente cada vez que te llegaban te hacían daño o te hacían gol”, explicaba Antonio Hidalgo al término del partido. Así fue. A pesar de contar con la línea defensiva de los tres primeros partidos, el Deportivo naufragó sin Ximo Navarro y Quagliata. Se quedó sin laterales y lo perdió todo.