
Ritmo en ataque y en defensa. Comprensión del juego. Alternativas. El Dépor de Antonio Hidalgo firmó su primer gran partido en Riazor, en un Deportivo 4-0 Huesca en el que tiró de efectividad para acabar goleando. No destruyó al conjunto de Sergio Guilló desde la brillantez del juego posicional. Tampoco a partir de una defensa férrea y contragolpe. Más bien, venció por abrasión. Por volumen. Fue mejor en todo y llevó al límite del estrés a un rival que acabó cometiendo errores que el cuadro herculino le hizo pagar.
El Deportivo mezcló juego corto y largo en ataque. Pero, sobre todo, asfixió desde su capacidad para impedir que el Huesca respirase. En una primera parte más completa en lo táctico que estética en lo visual, desarrolló un gran plan defensivo que tuvo su culmen en las transiciones. Porque un rival que sabe contragolpear se quedó sin salida gracias a la constante activación de un Dépor que empieza a mostrar ese carácter que Hidalgo pedía de manera pública en sus primeras semanas como técnico blanquiazul.
Un once igual, pero distinto
Después de la goleada al Mirandés en Mendizorroza, Antonio Hidalgo apostó por repetir ante el Huesca el mismo once. Con Quagliata como carrilero izquierdo y Mella ocupando la derecha, el técnico volvió a apostar por un centro del campo compuesto por Diego Villares, Mario Soriano y Luismi Cruz, aunque con diferentes roles que los de que desempeñaron en Vitoria.
El Dépor de Hidalgo se matiza de manera muy evidente en función de las características del rival sin perder su esencia. Y ante un Huesca que desde el Deportivo alertaban en la previa de la fortaleza de su bloque bajo pero en realidad es un equipo que destaca por su elevada presión, el conjunto herculino apostó por darle a Mario Soriano las llaves.
El mediapunta madrileño ha ido retrasando su posición este curso: de ser enganche a convertirse en interior izquierdo. Pero frente al equipo oscense, retrocedió un paso más y ejerció como pivote en inicio de juego.
Hidalgo quería atraer la citada presión del Huesca para comenzar a desestructurarle. Y lo hizo ubicando a Diego Villares como teórico central derecho en una primera línea de tres junto a Loureiro y a Barcia, con Mario Soriano por delante. El reparto de papeles entre el vilalbés y el madrileño podía variar en función de la situación, pero no las funciones: uno debía lateralizarse a la diestra y el otro ser el pivote dentro.

Así, el Deportivo comenzaba a construir a partir de un 3+1 que permitía coger algo de altura a Ximo y a Quagliata, pero que sobre todo provocaba ‘saltos’ muy largos al Huesca. Porque mientras el Sporting y el Burgos fueron mucho más pasivos, el equipo del Alcoraz acudió a Riazor con un punto más de proactividad defensiva. Y lo pagó caro.
De este modo, con (casi siempre) Villares retrocediendo hasta la primera línea, el Deportivo comenzaba a separar las líneas del Huesca. Guilló planteó un 5-4-1 muy estrecho que pretendía posicionarse en bloque alto a través de asignaciones prácticamente individuales. Pero no terminó de ser agresivo.

A través de su nuevo matiz, el Deportivo lograba separar a los mediocentros del Huesca, pues Sielva solía ir a incomodar al jugador que se incrustaba a altura de los centrales, aunque le permitía jugar. Mientras, fuera aparecía Ximo como solución, pues Enol tapaba por dentro y el carrilero Alonso estaba fijado en la línea defensiva por Mella.
Dentro, Soriano era el encargado de ejercer como bisagra. Si le saltaba Kortaja, teórico extremo derecho, podía girar el juego hacia el lado opuesto, para penalizar la extrema basculación enemiga. Allí, muy solo, solía esperar Barcia para progresar y asentar al equipo en campo contrario. Si era Jesús Álvarez quien acudía, a una altura superior en el carril central esperaba Luismi Cruz como mediapunta para recibir a espaldas de la línea del centro del campo enemiga. A partir de esta estructura el Deportivo buscaba atraer por la derecha para generar en su perfil izquierdo la zona débil del Huesca y poder encontrar a Yeremay o a Cruz.

Mientras, si el ataque se gestaba desde la izquierda, el patrón era diferente. Ahí el juego iba entre Quagliata y Yeremay. Ante un Huesca que perseguía y que colocó precisamente a Carrillo para marcar al canario, el cuadro local trataba de aprovechar a su ’10’ como gestor o como señuelo. Una vez Barcia recibía en salida, ‘Yere’ acudía al apoyo y Quagliata rompía.
Este movimiento complementario permitía a uno aprovechar el espacio que el otro liberaba y viceversa. Entonces, Dani tenía la opción de conectar con Hernández para que este recibiese de espaldas, tratase de eliminar a su par con sus extraordinarios controles orientados y fabricase una ventaja ganadora. O bien, el de Cambre podía buscar al espacio al italiano. Diferentes soluciones para atacar en base a los comportamientos del rival.

El filón Mulattieri
Si Quagliata era una opción evidente para jugar directo, con quien el Deportivo encontró el filón en ese sentido fue con Mulattieri. El ariete italiano no es un virtuoso a la hora de ganar disputas por alto, pero sí está bien estabilizado es capaz de hacerse muy dominante en los envíos que vayan sobre él por su excepcional dominio del cuerpo. Por todo ello, Hidalgo trató de ubicar al transalpino con el eslabón más débil de la defensa visitante. Y ese era Sergio Arribas, un central con tantas buenas condiciones como optimismo.
De esta manera, Mulattieri no fue delantero centro como tal, sino que buscó caer casi de manera constante al sector derecho del ataque para emparejarse con el burgalés, defensor zurdo. En defensa, pero también en ataque. Así, el Dépor disponía de una salida larga hacia un duelo que podía resultar más ganador, como sucedió en el 3-0 y también en un 1-0 que, aunque no fue un envío desde atrás sino un saque de banda, sirvió para ilustrar el movimiento ganador.

A mayores, con esta tendencia del punta transalpino hacia el costado diestro, el Deportivo lograba fijar en ataque posicional a los dos centrales exteriores con Samuele y Yeremay y, así, provocar que el central del medio, Piña, tuviese que emparejarse con Luismi Cruz, situado en el carril central y tendiente a abandonar la posición. O lo perseguía a costa de vaciar la defensa, o el andaluz podía recibir relativamente liberado.
No le hizo falta explotar demasiado esa circunstancia, pues el Dépor se puso por delante en el citado saque de banda y amplió la renta con un envío directo sobre la última línea del Huesca buscando explotar los emparejamientos mano a mano que, en ocasiones, el cuadro altoaragonés concede y que ya el Eibar supo cómo explotar.
Imposible progresar
El Deportivo estuvo notable en su faceta ofensiva. Pero realmente, empezó a ganar el partido gracias a su trabajo sin balón. La estructura del Huesca, al igual que la del Mirandés, ofrecía una nueva oportunidad para establecer una presión a pares sin generar demasiadas dudas en los jugadores deportivistas. Y así sucedió. Mulattieri, Cruz y Yeremay se emparejaban con los tres centrales, Mella y Quagliata con los carrileros y Soriano y Villares, con los mediocentros.

A partir de esos manos a manos y su agresividad para no dar tiempo y espacio a los jugadores del Huesca, el bloque deportivista empezó a ahogar a un Huesca que gusta de combinar en campo propio para generarse espacio y, una vez dispone de él, poder atacar en campo rival a la carrera. No pudo correr ni una sola vez porque el Dépor se lo impidió. Cada vez que tocó en corto cerca de Dani Jiménez. Cada vez que buscó un pase progresivo, ya que Ximo, Loureiro o Quagliata mordían en cada apoyo.
Incomodaban los defensas e incomodaba todo el equipo en la activación tras pérdida. No solo para ganar las segundas jugadas después de cada balón directo propio, sino para presionar al Albacete en los primeros segundos de su transición. Si soy superado, falta. No fueron casualidad las 14 infracciones. Ninguna de ellas, por cierto, en último tercio. El Huesca no era capaz de llegar allí.
Tan solo con alejando a sus medios del carril central logró tener algunos minutos de aire el bloque de El Alcoraz. Soriano y Villares tenían la premisa de marcar a Álvarez y a Sielva, pero no hasta el cuarto de baño. Había que incomodarles, pero no a costa de abandonar la posición. Así, si uno de los dos bajaba a recibir, no importaba. Pero cuando Sielva empezó a caer al costado izquierdo y Kortajarena a aparecer a espaldas del doble pivote, el conjunto oscense empezó a crecer ligeramente.
Fueron los peores momentos del Deportivo, esos que Hidalgo citó al término del partido y que le hicieron tener que ajustar al descanso con Luismi pasando a conformar una línea de tres en el centro del campo para estructurarse a nivel defensivo en 5-3-2, cortar cualquier atisbo de remontada del Huesca y prepararse para correr.

El Dépor tuvo capacidad para expandirse desde muy abajo, con Yeremay descolgado y Mella devorando metros. Aunque como terminó de redondear su partido fue con una recuperación en campo rival que terminó de culminar el triunfo por abrasión.
