
El servicio militar obligatorio, la popularmente conocida como ‘mili’, dejó millones de historias y experiencias de todo tipo a un amplio número de generaciones de hombres españoles. El fútbol no fue ajeno a ello, ya que los traslados para cumplir las obligaciones con el ejército exigían a los clubes encontrar acomodo en su destino a futbolistas de su propiedad. Uno de los casos más llamativos en los que se vio envuelto el Deportivo fue la cesión de Paco Buyo al Huesca en el curso 1978-79.
El servicio militar obligatorio quedó abolido en 2001 después de algo más de 200 años en vigor. A lo largo del siglo XX, la duración de la ‘mili’ fue disminuyendo de los dos años a los nueve meses. Ya después de la Guerra Civil comenzó a afectar a un fútbol cada vez más profesional. Los clubes se las ingeniaban para solicitar exenciones que casi nunca llegaban. El servicio militar se convirtió en un curioso juez del mercado de fichajes, a la par que un freno a las carreras deportivas de multitud de aspirantes a futbolistas.
La ‘mili’ se cruzó en el camino del Deportivo, sobre todo, a finales de los años 70 y comienzos de los 80. El servicio militar trajo al Deportivo, un año antes de la cesión de Buyo, a una de las grandes promesas de la cantera barcelonista, el central Pep Moratalla. Años después, el también defensa vasco José Ignacio Marro llegó al Deportivo después de jugar cedido en el Melilla durante su ‘mili’ norteafricana. Más tarde, el club intentó sin éxito la cesión de Miguel Ángel Fuentes, polivalente jugador de la Real Sociedad destinado en Ferrol para cumplir el servicio militar.
Paco Buyo llegó al Deportivo en el verano de 1976. Tenía solo 18 años. Se había formado a caballo entre el Brigantium de su Betanzos natal y el Ural coruñés, en el que también destacó como delantero. A los 17 años se incorporó al Mallorca. Solo duró una temporada, en la que no pisó el primer equipo, ya que el Deportivo llamó a sus puertas. En sus dos primeras temporadas jugó 75 de los 76 encuentros de los blanquiazules en Segunda. Y entre junio y julio de 1977 defendió la portería de España en la primera edición de la Copa del Mundo Sub-20.
En 1978, con los 20 años ya cumplidos, la ‘mili’ se cruzó en su camino. Buyo fue destinado a Zaragoza, al campamento de San Gregorio, antes de pasar al Regimiento de Artillería, en Jaca, puerta de entrada al Pirineo oscense. El Zaragoza, recién ascendido a Primera, se interesó por su cesión. “El Deportivo quería traspasarme por 30 millones de pesetas. El Zaragoza pretendió contar con una opción y tampoco se solucionó nada”, lamentaba el portero en una entrevista a Don Balón. Los maños contaban con dos porteros treintañeros, Irazusta y Nieves, que sumaban casi 200 apariciones en la división de honor. Y con ellos tuvo que quedarse el técnico yugoslavo Vujadin Boskov.
Porque la directiva coruñesa, presidida por Antonio Álvarez, concedió al conjunto oscense todas las facilidades que no dio a los zaragocistas. “El Huesca solo me paga las primas. El Deportivo me abona el sueldo y el contrato”, reconocía Buyo.

El betanceiro jugó completos los 25 partidos que el cuadro azulgrana disputó durante su estancia en El Alcoraz. Desde la jornada 5 a la 26, más tres encuentros de Copa. Uno de estos últimos es el más recordado de su paso por la formación oscense. Un derbi ante el Zaragoza, duelo de ida de la segunda ronda del torneo del KO en La Romareda, donde paró prácticamente todo. El Huesca se llevó un inesperado 1-1, pero en el choque de vuelta sucumbió por la mínima en El Alcoraz.
Luis Suárez, técnico blanquiazul, reclamó en marzo su regreso para fortalecer a un Deportivo que coqueteaba con el descenso. Con Buyo bajo palos en nueve de las diez últimas jornadas, los blanquiazules solo perdieron dos partidos. “Hice más kilómetros que el Tenerife. Suárez hasta me dejaba las llaves de su casa para que fuera a descansar. Pero al final el Deportivo se salvó”, rememoró el guardameta en el libro ‘Buyo, 500 partidos’. Doce meses, otro pleno de 38 partidos y un descenso a Segunda B después, el portero fue traspasado al Sevilla por 25 millones de pesetas, cifra a la que si aplicamos el valor tiempo del dinero hoy rondaría los dos millones de euros.
