
“La presión es el mejor mediapunta del mundo”. Esta frase pronunciada por Jürgen Klopp, una de las mentes más brillantes del fútbol en el siglo XXI, está convirtiéndose en un mantra para el Deportivo, que desde la llegada de Antonio Hidalgo trata de desarbolar a sus rivales no solo con el talento que acumula en tres cuartos, sino con la agresividad de quien ha entendido que hoy en día, hasta para los mejores equipos del mundo todo se complica cuando hay que atacar bloques cerrados.
Desde su primer día en A Coruña, el técnico catalán hizo énfasis en que quería elevar el veneno y el nivel de contacto de sus futbolistas. El cuadro herculino terminó la temporada pasada como el segundo equipo que menos faltas cometió y el de Granollers quería cambiar eso cuanto antes. Para interrumpir las transiciones del rival, pero también para tratar de forzar pérdidas en el inicio de juego que permitan atacar desde una mejor posición y, sobre todo, a defensas más desorganizadas.
La plantilla blanquiazul ha entendido el mensaje y en estas cinco jornadas está recorriendo el camino para convertirse en un adversario más incómodo. A pesar de presentar alineaciones con muchos futbolistas de marcado carácter ofensivo, el Dépor se sitúa en mitad de tabla en cuanto a faltas cometidas en estas cinco jornadas (63), elevando en prácticamente dos puntos la media por partido del curso pasado. Esta agresividad bien entendida se traduce también en el número de entradas ganadoras (tercero de la categoría con 57) y a la hora de cortar líneas de pase (sextos con 45 intercepciones), ambas estadísticas en las que brilla Dani Barcia.
Ataques relámpago
Esta intención de defender hacia adelante siempre que hay opción, carácter todavía más marcado desde la entrada de Ximo Navarro en el equipo, no ha tardado en dar réditos al cuadro blanquiazul. Tres de los tantos de la goleada ante el Mirandés llegaron después de recuperaciones en campo rival, como dos de los marcados en la jornada inaugural ante el Granada. En total, cinco de los once que suma el Dépor en lo que va de temporada.
Y es que en la mezcla está la fórmula del éxito y bien lo sabe Hidalgo, consciente de que ni la inspiración propia ni los rivales van a permitir siempre jugadas corales como la que precisamente abrió el marcador en el Nuevo Los Cármenes. Ese día, un rato después de la maravillosa sinfonía de más de un minuto de toques, Eddahchouri marcó el 0-2 después de que la posesión estuviera en poder deportivista apenas 11 segundos. Fue lo que tardó el neerlandés en ver puerta desde la recuperación de Mario Soriano, el pase a Villares y la combinación de Zaka con Luismi Cruz. Todavía menos reloj necesitó Escudero para cerrar el marcador, robando y terminando él mismo con un disparo cruzado desde la frontal en dos segundos.
La belleza en la ejecución eclipsó de nuevo el origen de la jugada que abrió la lata el pasado sábado en Mendizorroza. Tampoco es que se pueda culpar a nadie por el stendhalazo sufrido tras la pared entre Mario y Luismi y la picadita del andaluz. Pero todo comenzó unos segundos antes, concretamente nueve, con la agresividad de Quagliata. El italiano se fue al suelo para robar y convertir una posible contra del Mirandés en la chispa del 0-1. Menos tiempo de ejecución fue necesario para el 0-2 de Luismi tras robo de Mulattieri (cuatro segundos), y el 1-3, en el que Zaka hizo el primero de su hat-trick ocho segundos después de que Soriano recuperara la redonda tras el saque de puerta en corto del Mirandés.
