
“Lo importante es que no se encuentren”, decía un miembro de la Policía Nacional a un aficionado en referencia a evitar que se cruzase un sector de aficionados del Sporting con sus homólogos blanquiazules.
Un helicóptero y un importante número de grilleras de los cuerpos de seguridad recordaban que el partido era de alto riesgo. Ambiente de gran cita era el que se respiraba en los aledaños del estadio, con hinchas de los dos equipos en la previa en general perfecta armonía.
Lo habitual en este tipo de multitudinarios partidos: calles cortadas horas antes, creatividad a la hora de aparcar, aficionados esperando en la entrada al frontón la llegada de los futbolistas del Dépor... Mientras que el Sporting lo hacía en autobús. En coche, desde Motril (Granada) y recorriendo en diez horas por carretera más de 1.000 kilómetros llegaba Daniel Ruiz, seguidor blanquiazul de la peña Al Sur de Riazor. “Teníamos una semana de vacaciones y nos apetecía hacer un viaje en familia por aquí. Además de venir a Riazor lo organizamos para poder tener margen para poder conocer las Rías Baixas. Salimos el jueves de Motril, hicimos noche en Medina del Campo y al día siguiente ya tiramos para aquí para poder disfrutar de este ambiente que tanto me llena y me gusta”, comentó Daniel a Dxt Campeón antes del choque. Un encuentro que no quiso perderse el presidente blanquiazul, Juan Carlos Escotet y al que también acudió Alberto Núñez Feijoo, presidente del Partido Popular.
La previa en esta ocasión era más corta con la hora del partido coincidiendo con la de la siesta. Pero no había nada de eso en las gradas. Iban entrando de forma escalonada los aficionados sportinguistas, que teñían varias zonas de Riazor, más allá de la habilitada para la hinchada visitante.
Sportinguistas de pie
Incluso algunos ocupaban una zona de preferencia superior libre de asientos y veían el partido de pie. Con cánticos iban inundando el ambiente mientras los hinchas blanquiazules, como cada quince días, se hacían los remolones.
La afición herculina no olvida a los que antes tuvo en sus filas, a no ser que hayan dejado un mal recuerdo. No fue el caso de Pablo Vázquez, que era recibido con aplausos por el respetable. Cuando ya gran parte de los seguidores coruñeses ocupaban sus asientos comenzaba la batalla en las gradas. Cánticos entre ambas aficiones, que pasaban de centrarse en sus equipos y se acordaban del rival, a veces de forma jocosa, en otras ocasiones recurriendo a los improperios.
Pero con el inicio del encuentro las fuerzas y las gargantas se concentraban en lo que pasaba en el rectángulo del campo. Un verde que contaba con espectadoras VIP a pie de césped: dos palomas que parecían pastar en el lateral del césped más pegado a los banquillos.

Afanadas en su tarea en ocasiones parecían ajenas a lo que se dirimía en torno a ellas. Los jugadores no se cortaban e incluso en una ocasión Mario Soriano estaba cerca, mientras conducía el esférico, de chocar contra una. Verdaderos minutos de supervivencia para las aves, que finalmente buscaban la seguridad de la grada, tras llenar sendos buches.
Salvado el posible accidente aviar solo quedaba volver a centrarse en el campo. Los decibelios habían ido subiendo en el tramo final de la contienda, pero las gargantas en Riazor siempre pueden dar el do de pecho.
Hasta la afonía se llegó con el tanto de Barcia. Más allá de la explosión de alegría del jugador en general comedido estuvo la forma en la que bramó Riazor. Porque la hinchada siempre guarda energías para estallar de júbilo. El gol bien merecía perder la voz.